
Fui a Miami porque me dijeron que acá vivía mi hermano, un tal Diego Vásquez. Mi tía me lo dijo. Yo le prometí que vendría a buscarlo en cuanto ella se recuperara de su enfermedad. Le apreté los brazos en señal de que lo haría, pues ella estaba muy enferma y yo en plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a visitarlo -me recomendó- Se llama así y asá. Estoy segura que le encantará conocerte.” Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que sí lo haría, y seguí convenciéndola de eso hasta verla dormida.
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